Roadtrip por Cantabria
Acompáñanos en un viaje inolvidable a través de los paisajes idílicos de Cantabria, donde la naturaleza se encuentra con la innovación y la sostenibilidad. Nuestros nómadas, junto a Volvo, han emprendido una aventura única, explorando los encantos rurales y naturales de esta hermosa región en los coches eléctricos de Volvo. Con cada kilómetro recorrido, descubrimos no solo la belleza de Cantabria, sino también el futuro del turismo sostenible. Viajar con los coches eléctricos de Volvo no solo nos permitió movernos con agilidad y seguridad, sino también con la conciencia tranquila de estar respetando el medio ambiente. ¡Prepárate para un roadtrip que despertará tus sentidos y renovará tu amor por la naturaleza!
Nuestro viaje comenzó con la emoción de emprender una nueva aventura, sabiendo que estábamos en las mejores manos. Entramos a Cantabria por el sur, cruzando el impresionante Puerto de la Sía. Este puerto de gran altura nos ofreció unas vistas espectaculares de una zona prácticamente virgen, salpicada de cabañas tradicionales y caballos salvajes que pastaban libremente. Con los coches eléctricos de Volvo, el ascenso por las serpenteantes carreteras de montaña fue suave y silencioso, permitiéndonos disfrutar plenamente del entorno sin perturbar su paz natural.
El Puerto de la Sía, situado a 1.230 metros sobre el nivel del mar, es una de las entradas más majestuosas a Cantabria. Esta zona es conocida por su belleza escénica y su biodiversidad, siendo un refugio para numerosas especies de flora y fauna. Los verdes prados y las montañas escarpadas crean un paisaje que parece salido de un cuento de hadas, donde la naturaleza se muestra en su estado más puro.
Cruzamos el Valle de Soba, una joya escondida de Cantabria. Este valle, con su paisaje ondulado y su exuberante vegetación, nos recibió con los brazos abiertos. Nos detuvimos en el mirador del Gándara, desde donde se puede contemplar el río Gándara, que serpentea a través del valle dando vida y frescura a la región. El mirador nos ofreció una panorámica impresionante, permitiéndonos apreciar la magnitud y la belleza de este paraje natural.
El Valle de Soba es un lugar lleno de historia y tradición. Sus pequeñas aldeas y caseríos dispersos cuentan historias de un pasado ligado a la tierra y la ganadería. Además, es un área de gran valor ecológico, con una rica diversidad de flora y fauna. Aquí, la tranquilidad del entorno y la belleza del paisaje nos invitan a desconectar del mundo moderno y reconectar con la naturaleza.
Durante todo el recorrido, los coches eléctricos de Volvo demostraron ser compañeros de viaje excepcionales. La tecnología avanzada y el diseño ecológico de estos vehículos nos permitieron desplazarnos con total seguridad y en armonía con el entorno. La rapidez y eficiencia de los coches eléctricos hicieron que el viaje fuera no solo cómodo, sino también respetuoso con el medio ambiente, alineándose perfectamente con nuestra visión de un turismo sostenible.
El viaje por el Puerto de la Sía y el Valle de Soba nos dejó con una profunda apreciación por la naturaleza y la necesidad de protegerla. Con cada kilómetro recorrido, reafirmamos nuestro compromiso con un turismo que respeta y celebra la belleza natural de los lugares que visitamos.
Continuando nuestro viaje, llegamos al Parque Natural de los Collados del Asón, una de las zonas más vírgenes y menos conocidas de Cantabria. Este parque, de gran valor geológico, nos sorprendió con su belleza inmaculada y su serenidad. Aquí, la naturaleza se muestra en su forma más pura, ofreciéndonos un refugio de tranquilidad y una vista impresionante del paisaje montañoso que se extiende hasta donde alcanza la vista.
El punto culminante de nuestra visita fue el nacimiento del río Asón, marcado por una impresionante cascada de más de 70 metros de altura. Este espectáculo natural nos dejó sin aliento, mientras el agua caía con fuerza desde las alturas, alimentando el río que da vida a todo el valle. Las vistas desde este punto son simplemente increíbles, con el valle extendiéndose en un mosaico de verdes y azules, bajo un cielo despejado que parecía abrazar el paisaje.
Después de nuestra exploración en los Collados del Asón, nos dirigimos a Arredondo, un pintoresco pueblo cántabro que nos cautivó con su encanto rústico y su atmósfera acogedora. Aquí, disfrutamos de un delicioso cocido montañés, el plato típico de Cantabria, en un acogedor restaurante local. El cocido, con su mezcla de ingredientes tradicionales y sabores robustos, nos brindó una experiencia gastronómica auténtica y reconfortante, ideal para recargar energías.
Con el estómago lleno y el espíritu renovado, nos dirigimos a Matienzo, hogar de uno de los mayores poljés de España. Este valle cerrado, rodeado de montañas y con un subsuelo lleno de cavidades, es un paraíso para los amantes de la espeleología. Nuestra aventura subterránea nos llevó a la Cueva del Molino, una de las muchas cuevas impresionantes que se encuentran en la región.
La espeleología en la Cueva del Molino fue una experiencia inolvidable. Equipados con cascos y linternas, nos adentramos en un mundo subterráneo lleno de formaciones rocosas fascinantes y pasajes misteriosos. A medida que avanzábamos, la cueva nos revelaba sus secretos, desde estalactitas y estalagmitas hasta amplias galerías y estrechos pasadizos. La sensación de explorar un lugar tan antiguo y lleno de historia geológica fue verdaderamente emocionante y nos recordó la importancia de preservar estos entornos naturales únicos.
Después de nuestra aventura subterránea en Matienzo, nos dirigimos a la playa de Berria, una de las playas vírgenes más famosas de Cantabria. Este hermoso tramo de arena y olas es un paraíso para los surfistas, y no pudimos resistirnos a la tentación de probar suerte en el agua. Las olas de Berria nos ofrecieron una experiencia emocionante y revitalizante, en un entorno natural de una belleza impresionante.
Para finalizar nuestro día con un toque culinario, nos dirigimos a Santoña, conocida por sus famosas anchoas. La cena en este encantador pueblo costero fue una celebración de sabores marinos, con las anchoas como protagonistas. Degustamos las deliciosas anchoas de Santoña en un ambiente acogedor, disfrutando del sabor fresco y auténtico que caracteriza a esta delicadeza local.
Durante todo nuestro viaje por Cantabria, tuvimos el privilegio de hospedarnos en la encantadora Casona de San Pantaleón de Aras. Este refugio rural, ubicado en una finca de ensueño bordeada por el río Clarín y accesible a través de un puente medieval, fue el lugar perfecto para descansar y recargar energías.
Rosa y Chema, los amables anfitriones, se esmeraron en cada detalle para que nuestra estancia fuera realmente increíble. Desde el momento en que llegamos, nos sentimos como en casa gracias a su trato cercano y personalizado. Los desayunos fueron una delicia diaria: bizcochos y zumos caseros, tortillas con huevos del pueblo, y los famosos sobaos de la comarca que nos prepararon cada mañana para nuestras aventuras.
El spa privado del hotel, iluminado con luz natural, nos brindó momentos de relajación y bienestar exclusivos. Además, la finca, cuidadosamente mantenida, nos ofreció el entorno ideal para practicar yoga, leer, relajarnos o simplemente tomar el sol. Las espaciosas y comodísimas habitaciones, decoradas con colchas artesanas y flores frescas, fueron el retiro perfecto al final de cada día.
Una de las características más prácticas de la Casona es su cargador eléctrico, donde pudimos cargar nuestro Volvo y estar listos para continuar nuestro viaje cada día. La atención al detalle y el enfoque sostenible del alojamiento complementaron perfectamente nuestra filosofía de viajar de manera responsable y respetuosa con el medio ambiente.
A tan solo 6 km del mar, la Casona de San Pantaleón de Aras se presenta como un remanso de paz y naturaleza, con una estructura del siglo XVII que conserva elementos originales llenos de historia. Rosa, con su empeño e ilusión, ha creado una experiencia única y revitalizante para cada huésped.
Nuestra estancia en la Casona de San Pantaleón de Aras fue más que un simple alojamiento; fue una parte integral de nuestra aventura en Cantabria, y estamos profundamente agradecidos a Rosa y Chema por hacer de este viaje algo verdaderamente especial.